John Goodman – Cartas apócrifas

Carta de John Goodman a su esposa Ana, luego de visitar en París a Julio Cortázar.

Querida Ana,

Hoy por la noche me he reunido con Julio, aquí en París, y luego de escucharlo todo la noche me llego entre sueños esta carta que te escribo. Hubiera sido mejor, según mi imaginación, que Julio la hubiera leído y grabado en un cassette para que la oyeras con su voz. Lamentablemente no pudo ser, sólo queda leerla creyendo que la escuchás su voz. Me hubiera gustado que lo conozcas así lo querrías tanto como yo.

“No, ya no. Perdoname, Ana, ya no puedo besarte como un adolescente. Ese beso dilatado, que luego de unos segundos, y hasta unos minutos, cuando las bocas y los labios se confunden y se devoran, no significa nada. Y te pones a pensar: esto es mío, esto es tuyo, esta gota de baba que me corre por la barba, ya no hay nada.

Es un acto mecánico y en la confusión los jóvenes le llaman besarse.
No, ya no. Ahora no puedo besarte así. Te voy dando de a un beso. Corto, cerrado, apenas húmedo. Te muerdo apenitas, suavemente, un labio. Siempre es el primer beso. Te doy de a uno y ese uno contiene al anterior, que también fue todos. Te doy de a uno, sabés? Es así, pongo mi mano en tu mejilla, toco tu piel fresca con la yema primero, luego con la palma. La siento.

Hay algo en ese único beso, algo de este mundo, de vos y de mi. Podemos tomarnos ese segundo para sentir los labios, los tuyos, los míos, siempre nuevos, que se funden, pero sólo un poco, tres… cuatro segundos.

Sombra, nada más, te beso otra vez. Como el primero, la mano en la mejilla, fresca, pálida. Esta vez te beso en la frente, como decías que eran los besos para siempre, despacito, tres… cuatro segundos que dura el infinito.”

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Ana Ruth había muerto tres meses antes. Goodman envío, de todos modos, la carta a su dirección en España donde había vivido con Ana.

John Goodman, “Cartas apócrifas de John Goodman”, 1970.